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Cada vez más empleados en España se plantean dejar su puesto de trabajo, no por una oferta mejor, sino por algo mucho más básico y urgente: su bienestar. Según el último estudio del partner de salud Alan, casi 4 de cada 10 trabajadores españoles consideran abandonar su empleo antes de 2025, y en el 63% de los casos, la causa principal es el estrés, la falta de conciliación y el agotamiento mental.
Esta cifra no solo debe alarmarnos como sociedad, sino también interpelar directamente a empresas y responsables de recursos humanos. Se trata de una señal que indica que el modelo actual está agotando silenciosamente a quienes lo sostienen. Así lo demuestran los datos: el 81% de los trabajadores revisa mensajes fuera del horario laboral, el 79% pasa más de seis horas al día sentado, y uno de cada cuatro supera incluso las diez horas. Este sedentarismo crónico, sumado a la dificultad para desconectar, se traduce en fatiga mental, molestias físicas y una erosión constante del vínculo entre empleado y empresa.
Aún con los datos sobre la mesa, sorprende que, aunque la mayoría de los empleados desea cuidar su salud, solo un 25% lo consigue de forma constante en su entorno laboral.
Esto nos obliga a repensar cómo estamos diseñando nuestros espacios de trabajo, nuestras jornadas y nuestras políticas internas. No se trata de falta de voluntad individual, sino de contextos laborales que dificultan adquirir hábitos saludables. Cuando los horarios son impredecibles, las pausas se penalizan y la sobreconexión es la norma, hasta el trabajador más implicado se ve sobrepasado y encuentra barreras estructurales que minan su bienestar. Por eso, el cambio debe comenzar en la cultura organizacional: normalizar el descanso, fomentar el movimiento y garantizar entornos psicológicamente seguros son condiciones básicas para que los buenos propósitos se conviertan en hábitos sostenibles.
Lo cierto es que este no es sólo un problema humano, sino también económico. El estudio estima que el coste medio por empleado derivado del estrés, el absentismo y la pérdida de productividad asciende a más de 16.000 euros anuales. Es decir, cada persona que sufre estas condiciones representa una pérdida directa para la empresa, más allá del impacto en su salud.
Las soluciones existen, y muchas ya están a nuestro alcance. La digitalización, bien aplicada, puede ser un puente entre las necesidades de los empleados y los objetivos de la empresa. Herramientas como Alan Play, que aplican ciencia del comportamiento y gamificación para fomentar hábitos saludables, demuestran que es posible intervenir de forma efectiva y escalable.
Invertir en bienestar ya no es un gesto de buena voluntad, sino una decisión estratégica.
Las empresas que quieran atraer y retener talento deben ir más allá de los discursos y apostar por acciones concretas que promuevan la salud mental, la desconexión real y la conciliación efectiva. Porque una plantilla sana, motivada y con energía no solo es más feliz: es más competitiva.
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