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Durante años, los códigos QR se han integrado en nuestra vida con naturalidad. Pedir el menú en un restaurante, acceder a un evento, registrarse en una promoción… Todo parece más fácil gracias a este patrón cuadriculado que escaneamos sin pensar dos veces. Pero esa misma comodidad es ahora el anzuelo perfecto para una nueva ola de fraudes digitales que está creciendo de forma alarmante: el quishing, o phishing mediante códigos QR.
El modus operandi es tan simple como efectivo. El usuario escanea un QR aparentemente legítimo y acaba en una web falsa que imita una plataforma conocida. Desde ahí, los atacantes roban credenciales, datos personales o incluso instalan malware en el dispositivo. Este tipo de ataques representa ya cerca del 10% de las campañas de phishing actuales, y lo más preocupante es la facilidad que tienen para pasar desapercibidos, incluso para los filtros de seguridad más comunes.
La clave del problema está en cómo usamos estos códigos. En muchas organizaciones, los correos se abren en ordenadores protegidos, pero los códigos se escanean desde móviles personales, sin medidas de seguridad avanzadas ni supervisión corporativa. Ese salto de dispositivo es el hueco que los atacantes saben aprovechar. Y lo hacen con inteligencia: suplantan marcas conocidas como Microsoft, Adobe o DocuSign para generar confianza y aumentar la probabilidad de que el engaño funcione. Lo cierto, es que no se trata solo de un asunto técnico. Es una amenaza que afecta a todos, desde grandes compañías hasta autónomos, y desde los equipos de IT hasta cualquier empleado que reciba un correo o escanee un cartel en la calle. La ciberseguridad ya no es solo un asunto del departamento de sistemas, es una responsabilidad compartida que empieza por estar informados y actuar con precaución.
Protegerse del quishing exige algo más que instalar un antivirus o confiar en los filtros del correo. Requiere una estrategia integral que combine tecnología, procesos y, sobre todo, personas. Monitorizar continuamente los sistemas, formar a los equipos para que reconozcan y reporten amenazas, revisar los protocolos de seguridad con frecuencia y apoyarse en expertos en ciberseguridad ya no es un extra: es una necesidad para sobrevivir en el entorno digital actual.
Además de lo estructural, hay medidas sencillas que podemos aplicar ya. Nunca escanear códigos QR sospechosos o que parezcan estar pegados encima de otros. Verificar siempre la URL a la que dirige un QR antes de hacer clic. No introducir contraseñas si no estamos absolutamente seguros del sitio al que hemos llegado. Y, por supuesto, activar el doble factor de autenticación siempre que sea posible.
Vivimos en un momento en el que lo digital no es una opción, sino la esencia misma de los negocios. Pero ese entorno también está lleno de amenazas cada vez más creativas y sofisticadas. Los códigos QR, que hace poco eran símbolo de agilidad, pueden convertirse en una puerta trasera para el fraude si no actuamos con cabeza.
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