El 58,4% de las personas encuestadas afirma haber experimentado en algún momento preguntas estigmatizantes o poco pertinentes en entrevistas de trabajo relacionadas con su salud mental. Por ejemplo: ¿Cómo afecta la medicación a tu concentración? ¿Cuántas bajas has tenido como consecuencia de tu discapacidad?
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El Observatorio de la Vulnerabilidad y el Empleo de la Fundación Adecco han decidido presentar la segunda edición del informe 'Discapacidad, Salud Mental y Empleo', un análisis realizado con el apoyo de 31 empresas comprometidas que recoge la voz de las personas con discapacidad derivada de un diagnóstico de salud mental, con el objetivo de visibilizar las barreras que encuentran a lo largo de todo el itinerario de empleo e impulsar acciones que contribuyan a minimizarlas.
El informe parte de la evidencia de que el empleo, cuando se desarrolla en condiciones ambientales, psicológicas y socioeconómicas adecuadas, constituye un factor de protección de la salud mental, ayuda a prevenir posibles trastornos y ejerce un efecto terapéutico y estabilizador. Esta premisa queda respaldada por la evidencia que aportan las respuestas de las personas encuestadas, como presentaremos más adelante.
Las conclusiones de este análisis se apoyan en una encuesta a 290 personas con certificado de discapacidad psicosocial, esto es, por un diagnóstico de salud mental (esquizofrenia, depresión crónica, trastorno bipolar u otras patologías) así como en entrevistas a un equipo multidisciplinar de especialistas en inclusión laboral y salud mental de la Fundación Adecco, complementadas con fuentes oficiales de referencia.
En España, se contabilizan 315.200 personas con certificado de discapacidad por diagnóstico de salud mental en edad laboral, lo que representa el 16,2% del total de personas con discapacidad de 16 a 64 años. De ellas, solo un 27,3% (86.200 personas) es activa -es decir, tiene empleo o lo busca-, el porcentaje más bajo de participación laboral entre todos los tipos de discapacidad (la media es del 35,5%). En la misma línea, la tasa de empleo apenas alcanza el 19%, lo que significa que el 81% de las personas con discapacidad como consecuencia de un diagnóstico de salud mental, en edad laboral, no está trabajando. Esta cifra resulta especialmente significativa si la comparamos con la media del resto de las discapacidades, donde la proporción de personas sin empleo se sitúa en el 71,5%. Es decir, la brecha de participación laboral para las personas con discapacidad psicosocial es aún más acusada, consolidándose como el grupo con menor inclusión laboral dentro de la discapacidad.
Las bajas tasas de actividad y empleo entre las personas con discapacidad derivada de un problema de salud mental se explican, en gran medida, por la persistencia del estigma social, que alimenta prejuicios y estereotipos sobre su capacidad, fiabilidad o incluso seguridad. Estos sesgos no solo condicionan la percepción externa y las oportunidades de contratación, sino que también pueden interiorizarse en forma de autoestigma, generando un círculo de aislamiento, baja autoestima y renuncia anticipada a procesos laborales. De este modo, el estigma social actúa como barrera externa y el autoestigma como obstáculo interno, reforzando mutuamente su impacto y limitando de manera significativa las posibilidades de inclusión laboral.
"Con frecuencia, las discapacidades de tipo mental se asocian de forma muy reduccionista con inestabilidad emocional, falta de capacidad para asumir responsabilidades o incluso imprevisibilidad en el desempeño. Estos estereotipos simplifican y distorsionan la realidad, pues ignoran tanto la diversidad de diagnósticos como la posibilidad de contar con tratamientos, apoyos y entornos laborales adaptados que permitan a las personas desarrollar su talento con plenas garantías. El resultado es una barrera invisible pero muy poderosa: la desconfianza social, que se traslada al ámbito empresarial, limitando las oportunidades y reforzando la exclusión laboral", señala Cristina Leirós, coordinadora del programa de Salud Mental en la Fundación Adecco.
Según revelan los resultados de la encuesta, el empleo no solo constituye una vía de inclusión social y económica, sino que, cuando se desarrolla en condiciones ambientales, psicológicas y socioeconómicas adecuadas, se convierte en un elemento decisivo para la protección de la salud mental. Su valor trasciende lo laboral, aportando estabilidad y actuando como motor preventivo, terapéutico y estabilizador. Así lo constatan el 88% de las personas con discapacidad psicosocial encuestadas, que destacan, entre los principales beneficios, la rutina (72,2%), la estabilidad económica (70%), el sentimiento de utilidad (59,7%), la mejora de la autoestima (51,1%) y el fortalecimiento de las relaciones sociales (35,4%).
A pesar de ello, cuando estas condiciones ambientales, psicológicas y socioeconómicas adecuadas no se garantizan a lo largo del itinerario de empleo, el trabajo pierde su capacidad terapéutica y estabilizadora, pudiendo incluso reforzar el estigma y generar nuevas barreras para la inclusión. Lo analizaremos en los siguientes apartados.
A pesar de que el empleo constituye un elemento esencial para normalizar la vida de las personas con discapacidad como consecuencia de un diagnóstico de salud mental, el proceso de búsqueda plantea retos emocionales y personales para ellas. De hecho, el 82,3% de las personas encuestadas reconoce haber atravesado alguna dificultad durante este proceso, lo que refleja la importancia de acompañar y apoyar estos itinerarios.
Entre las situaciones más frecuentes destacan la ansiedad o el bloqueo emocional (75,9%) y el miedo al rechazo o a la discriminación (61,6%), que muchas veces no responden tanto a experiencias previas concretas como a la anticipación de posibles prejuicios. También aparecen la dificultad de concentración o expresión (52%) y, en menor medida, las dificultades técnicas (19,6%), relacionadas con el manejo de plataformas digitales o la familiaridad con los procesos de selección.
Solo un 17,7% afirma no haber tenido ningún obstáculo, lo que indica que la mayoría de las personas con discapacidad psicosocial encara la búsqueda de empleo con mayor carga emocional, que podría reducirse si contaran con más experiencias previas positivas y con procesos de selección más accesibles e inclusivos.
Desde la casilla de salida, el diagnóstico pesa en la búsqueda de empleo. Así, un 47,1% de las personas encuestadas percibe expresiones excluyentes en las ofertas, frente a un 30,7% que las considera accesibles y un 22,1% que mantiene dudas. Ejemplos frecuentes son: 'capacidad para trabajar bajo presión', 'tolerancia al estrés', 'buscamos personas resilientes, capaces de adaptarse a elevados ritmos de trabajo', 'entornos de alta exigencia emocional', 'disponibilidad total' o 'habilidad para mantener el rendimiento en situaciones de tensión'. A esta barrera se suma la falta de retroalimentación: solo un 23,3% recibe feedback adecuado, mientras que la mayoría se enfrenta a silencios o respuestas genéricas que aumentan la frustración y la sensación de invisibilidad.
"Cuando una oferta presenta la 'tolerancia al estrés' o el 'trabajo bajo alta presión' como rasgos identitarios de la posición, muchas personas con discapacidad por motivos de salud mental perciben que no son bienvenidas. Conviene recordar que la tolerancia al estrés no es realmente una competencia, sino un riesgo psicosocial, y enunciarla como requisito puede reforzar el autoestigma y llevar a la autoexclusión antes incluso de postular", destaca Jordi Navarro, consultor de Inclusión especialista en Salud Mental de la Fundación Adecco.
La fase de selección es clave para valorar las competencias de una persona candidata, pero en el caso de los profesionales con discapacidad psicosocial, suele verse empañada por preguntas que revelan prejuicios y desconocimiento. Es el caso de aquellas en las que se indaga, por ejemplo, sobre la medicación que toma una persona candidata o sobre ingresos hospitalarios previos vinculados a su discapacidad. Se trata de cuestiones que no guardan relación alguna con la capacidad para desempeñar el puesto de trabajo y que, además de generar una fuerte sensación de distancia y desconfianza, resultan contrarias a la legislación laboral y de protección de datos. En este sentido, aunque un 41,4% afirma que nunca le han planteado este tipo de cuestiones, un 41,9% indica que las ha recibido en alguna ocasión y un 16,5% con frecuencia. En otras palabras, un 58,4% de las personas encuestadas reconoce haber experimentado, en algún momento de su trayectoria, preguntas estigmatizantes en entrevistas de trabajo, vinculadas a su diagnóstico de salud mental.
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