• El empleo se consolida como un elemento clave para las personas con discapacidad: es su segundo gran deseo para 2026 (90,6%) después de la salud (necesidad estructural), es decir, el empleo es la verdadera palanca que permite desarrollar autonomía económica, construir redes de apoyo y ejercer una participación social real.
• Sin embargo, un 39,6% manifiesta preocupación por el impacto de la Inteligencia Artificial, temiendo que la automatización reduzca sus oportunidades laborales debido a la sustitución de tareas, la brecha digital o la falta de garantías de accesibilidad.
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El final de año simboliza el cierre de una etapa y el inicio de otra nueva. Un momento que brinda la oportunidad de hacer balance para plantearse metas y desafíos de cara al próximo ejercicio. En este contexto, el Observatorio de la Vulnerabilidad y el Empleo de la Fundación Adecco, con el apoyo de Smurfit Westrock Nervión, ha encuestado a 650 personas con discapacidad y en edad laboral con el objetivo de darles voz y conocer sus deseos, reivindicaciones y expectativas.
A partir de esta encuesta se ha realizado el 6º informe 'Discapacidad y expectativas para el nuevo año', del que se desprende una clara conclusión: el empleo es su máxima prioridad para el año 2026 y por ello desean encontrar una oportunidad laboral estable y sostenible en el tiempo.
Sin embargo, persisten desafíos relevantes: una parte significativa de las personas encuestadas expresa temor ante el impacto de la inteligencia artificial y, cuando logran incorporarse al mercado laboral, muchos manifiestan desconfianza respecto a su futuro profesional, lo que evidencia que aún existen barreras en los entornos de trabajo que dificultan su plena inclusión y estabilidad.
En los últimos años, el empleo de las personas con discapacidad ha experimentado importantes avances, motivados por la voluntad creciente de las empresas por apostar por equipos más diversos y competitivos. Esta tendencia se refleja, en buena medida, en la evolución descendente de su tasa de paro: mientras en 2021 superaba el 22%, en 2023 —último año con datos disponibles del INE— se situó por debajo del 20%. La reducción de la tasa de paro entre las personas con discapacidad se produce en un contexto en el que también desciende la tasa de paro general. Sin embargo, es especialmente relevante que este descenso alcance también a las personas con discapacidad, ya que parten de una situación estructuralmente más compleja y que, históricamente, ha tendido al estancamiento: mayores barreras de acceso, menor participación laboral y una presencia aún limitada en la empresa ordinaria.

Una de las asignaturas pendientes es la escasa penetración en la empresa ordinaria, ya que la mayoría de los contratos para personas con discapacidad siguen suscribiéndose en el ámbito protegido (Centros Especiales de Empleo), una modalidad laboral necesaria, pero que no debería ser finalista, sino transitoria hacia la empresa ordinaria. En concreto, según datos del SEPE y a fecha de octubre de 2025, un 74,5% de los trabajadores con discapacidad son contratados en el ámbito protegido y tan solo uno de cada cuatro (25,5%) encuentran un empleo en la empresa ordinaria.
Otro indicador que demuestra el largo camino por recorrer es la escasa participación laboral de las personas con discapacidad. Así, su tasa de actividad se situaba en 2023 en el 35,5% —es decir, un 65,7% de las personas con discapacidad en edad laboral no tiene empleo ni lo busca—, frente al 78,5% de las personas sin discapacidad.
Las estadísticas también evidencian una menor participación y nivel educativo de las personas con discapacidad en comparación con la población general. Según el Observatorio Estatal de la Discapacidad, el porcentaje de población con discapacidad con estudios primarios o menos (19,3%) es significativamente mayor que la de la población general (6,1%), y solo el 19,2% de las personas con discapacidad logra completar estudios superiores, frente al 39% de la población sin discapacidad. Se estima que más del 60% de las personas con discapacidad cesan sus estudios al finalizar la educación secundaria obligatoria, lo que indica que la mayoría no accede a etapas postobligatorias (bachillerato, formación profesional o universidad).
El ranking de deseos de las personas con discapacidad para 2026 muestra que priorizan las condiciones básicas que hacen posible una vida autónoma y plena: bienestar y salud, empleo, conciliación… A medida que estas necesidades esenciales se cubren, emergen deseos vinculados a la participación plena en la sociedad.
Así, en una escala del 1 ("nada importante") al 5 ("muy importante"), un 95,1% escoge las valoraciones 4 y 5 cuando se trata de elegir el bienestar y la salud, mientras un 90,6% sitúan el empleo, con el mismo objetivo de lograr una vida lo más normalizada posible. Ambos propósitos conectan con la necesidad que anhelan de una vida normalizada que les permita desarrollar su autonomía.

El bienestar y la salud ocupan el lugar más destacado en el ranking de deseos de las personas con discapacidad. Un buen estado de salud y bienestar es la base que les permite desarrollar el resto de sus proyectos vitales: trabajar, relacionarse, independizarse o participar plenamente en la sociedad. La puntuación extraordinariamente alta (87,2% en nivel 5) indica que la salud no es un deseo, sino una necesidad estructural. A continuación, el empleo emerge como el segundo gran deseo para las personas con discapacidad en 2026, ya que trabajar representa una de las principales palancas de autonomía, estabilidad y participación social. Contar con un empleo no solo garantiza ingresos y seguridad económica, sino que también refuerza la autoestima, permite desarrollar un proyecto de vida independiente y favorece el reconocimiento social.
"Aunque la salud aparece como el principal deseo para 2026, en realidad constituye una necesidad estructural para las personas con discapacidad, una condición básica sin la cual no es posible desarrollar el resto de sus proyectos vitales. Por ello, el empleo emerge como el gran deseo transformador: es la palanca que permite fortalecer redes de contacto, ganar autonomía económica, acceder a una vida más plena y disponer de los recursos necesarios para cuidarse y mantenerse en bienestar. Tener un empleo posibilita ejercer una participación social real, consolidando así muchos de los demás deseos expresados en este informe", explica Begoña Bravo, directora de Inclusión de la Fundación Adecco.
Al preguntar a personas con discapacidad, tanto empleadas como en situación de desempleo, por su confianza laboral, observamos que el rango de respuestas es muy similar. Cerca de un tercio de ambos grupos otorga la máxima calificación de confianza en su futuro laboral (5), lo que sugiere cierto optimismo compartido respecto a la evolución del empleo en el corto plazo. También en las valoraciones intermedias (4 y 3) se observa una distribución prácticamente paralela.
Sin embargo, el dato más llamativo es que la desconfianza resulta más acusada entre las personas con empleo que entre aquellas que actualmente no lo tienen: un 14,6% de las personas empleadas opta por la mínima confianza, frente al 11,6% del grupo en sin trabajo. Este resultado puede interpretarse como un reflejo de la inestabilidad percibida dentro del propio puesto de trabajo, denotando la persistencia de barreras como el desconocimiento de la discapacidad por parte de los equipos, la falta de adaptaciones, las dificultades de promoción o la incertidumbre ante posibles cambios organizativos. En definitiva, para quienes ya están trabajando, la experiencia directa en el mercado laboral puede hacer más visibles estos riesgos y mermar el optimismo.
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