Expertos de la Universitat Oberta de Cataluña analizan un fenómeno cada vez más frecuente entre perfiles cualificados y en sectores bien remunerados como la tecnología o las startups
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¿Es exclusivo de los individuos capaces y exitosos sentir que no merecen sus logros y temer ser expuestos como un "fraude"? Tal y como se explica en estudios recientes publicados en la revista Springer, esta es una percepción que a menudo coincide con el conocido como 'Síndrome del impostor', hecho que ha alcanzado una alta prevalencia con consecuencias tanto en el sector laboral como en el de la salud mental.
Expertos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) analizan este fenómeno, que, según la revista Psychology Today, sufre un 70% de los profesionales al menos una vez en la vida.
Según Mireia Cabero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, la ansiedad por estar sobrepagado no corresponde actualmente a una expresión técnica en el ámbito de la psicología organizacional, ni hace referencia a un diagnóstico oficial. "Es una experiencia psicológica que puede manifestarse en el síndrome de la impostora, que no tiene diagnóstico oficial pero sí una clínica relevante, aunque también se registra en trastornos de ansiedad generalizada", explica la experta.
Ciertos grupos sufren tasas altas de este síndrome, por ejemplo, más del 80% de los emprendedores confiesa lidiar con sentimientos de impostor, y aproximadamente el 75% de las ejecutivas sénior han sufrido este síndrome en su trayectoria. Según la consultora de talentos Korn Ferry, un 71% de los CEO de Estados Unidos reconocen síntomas del síndrome del impostor.
Esta sensación de sentirse sobrepagado "suele darse en perfiles altamente cualificados, especialmente en sectores en los que los salarios son muy competitivos, como la tecnología, la consultoría estratégica o las grandes firmas de servicios, y en los que la progresión profesional ha sido rápida", explica Carlos González-Reyes, profesor de los Estudios de Economía y Empresa y del máster de Dirección y Gestión de Recursos Humanos de la UOC. Añade este experto que también se registra en entornos de alta rotación, como en algunas startups, donde los sueldos pueden inflarse para atraer talento, "a veces sin que la persona llegue a percibir que su valor añadido justifica ese salario".
Desde el punto de vista de la psicología, algunos perfiles y actitudes se ven más afectados, explica Cabero. Hablamos de personas con alta autoexigencia, individuos con inseguridad profesional, que sienten que deben "ser merecedores para recibir", con tendencia a compararse con otras personas, dificultad para valorarse personal y profesionalmente, y falta de claridad sobre su marca personal y su propuesta de valor. Estos individuos tienen una baja conciencia de sus logros y de su contribución en el ámbito laboral. Las causas pueden provenir, según la experta, de la educación recibida, el idealismo personal, una vocación social y la influencia de ciertas creencias religiosas.
La experiencia de ansiedad por percepción de sobrepago y síndrome del impostor va asociada a una serie de síntomas y emociones frecuentes, como una preocupación constante y miedo anticipatorio a ser "descubierto", sentimiento de culpa, incomodidad y percepción de ser un "mentiroso", indica la psicóloga. El profesional suele dudar de sí mismo, tiene baja autoestima y se somete a una autocrítica persistente. Esto genera una tensión interna, miedo a la crítica, tendencia al aislamiento y esfuerzos excesivos para justificar el salario. Estos síntomas pueden mantenerse en un nivel tolerable, pero en otros casos pueden intensificarse y derivar en trastornos como ansiedad generalizada, burnout (síndrome de desgaste profesional o del trabajador quemado) o incluso depresión.
La psicóloga recuerda que el origen de esta ansiedad tiene también un valor positivo, como una señal de conciencia ética o sensibilidad social, aunque su origen suele provenir de desconfianzas en el propio valor personal, apostilla.
El sentirse "sobrepagado" puede activar un tipo de disonancia emocional en el ámbito laboral, agrega González-Reyes, desde la presión por demostrar que uno "merece lo que cobra" hasta una incomodidad silenciosa que termina desconectando a la persona del propósito de su trabajo. En algunos casos, esto lleva incluso a la rotación voluntaria. Dentro del equipo, puede generar tensiones si se perciben desequilibrios injustificados.
Desde el área de Recursos Humanos, el reto está en acompañar con transparencia y conversación, recomienda González-Reyes. "Más allá de justificar las retribuciones, lo importante es explicar los criterios detrás de ellas, conectar salario y valor aportado, y abrir espacios de diálogo sobre propósito y expectativas, tanto al inicio de la relación laboral como posteriormente, por ejemplo, en las evaluaciones anuales". Otra herramienta de ayuda es la mentoría (una herramienta de desarrollo profesional basada en la guía personalizada de perfiles con más experiencia), un espacio ideal para abordar esta ansiedad sin caer en paternalismos ni exigencias excesivas.
Desde el punto de vista de la psicología, a veces reconectar con el sentido del trabajo no es suficiente y la solución proviene de la vertical de "sentirse valioso", explica Cabero. "Los recursos tienen más que ver con la autoestima, la identidad y el autoconcepto profesionales, la construcción de una marca personal realista y consciente de los propios talentos, habilidades y aptitudes".
En muchos casos, cobrar bien sigue siendo un tabú dentro de las organizaciones, explica el economista de la UOC. Socialmente sigue imperando la idea de que cobrar bien es siempre una "suerte" y no un motivo de malestar. Pero la nueva normativa europea sobre transparencia salarial, que entra en vigor en julio de 2026, va a cambiar en muchos casos la situación, ya que las empresas estarán obligadas a publicar los sueldos y a explicar los criterios retributivos. "Esto exigirá poner sobre la mesa temas que hasta ahora eran tabú, y puede ayudar a normalizar estas conversaciones", pronostica González-Reyes.
Es necesario recordar que los privilegios de clase o las diferencias salariales sectoriales desempeñan un papel importante tanto en el síndrome del impostor como en el tabú. Hay profesionales que se sienten incómodos al comparar su salario con el de otros trabajos de igual o mayor valor social, pero con menor reconocimiento económico, señala el profesor de la UOC. Esta conciencia está especialmente presente en las nuevas generaciones, que no entienden el salario como la única forma de recompensa. Con la nueva directiva europea, esa comparación será más evidente: ya no será suficiente con ofrecer un "sueldo a convenir", sino que las ofertas tendrán que mostrar claramente la retribución y los criterios asociados a ella.
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