Este 12 de agostos e celebra el Día Internacional de la Juventud, y con motivo de ello, el Observatorio de la Vulnerabilidad y el Empleo de la Fundación Adecco, con el apoyo de Wärtsilä, ha presentado la 10ª edición del informe 'Jóvenes con discapacidad, motor de futuro', un análisis que basa sus conclusiones en una encuesta realizada a jóvenes con discapacidad entre 18 y 30 años.
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La encuesta revela importantes barreras que siguen afrontando los jóvenes con discapacidad en su acceso a la educación y al empleo. Más de la mitad (55,2%) afirma que, durante su etapa escolar, no recibió el acompañamiento necesario para identificar y potenciar sus talentos. Además, un 40% tuvo que abandonar sus estudios, o ni siquiera pudo iniciarlos, debido a la dificultad para seguir el ritmo o comprender los contenidos. A esto se suma que uno de cada cuatro jóvenes considera que el profesorado aún no está suficientemente preparado para atender las necesidades específicas de los alumnos/as con discapacidad.
En esta edición, el informe pone el foco en las dificultades adicionales que afrontan los jóvenes con discapacidad para formarse en aquello que les gusta y poder dedicarse a ello profesionalmente. Asimismo, se subrayan las barreras que persisten en los procesos de selección, y que siguen limitando sus oportunidades de empleo.
Según los datos del INE, la participación laboral de las personas con discapacidad es especialmente baja entre los jóvenes, con una tasa de actividad del 21,6%, frente al 35,5% de promedio para todas las edades. Este porcentaje se eleva al 51% en el tramo de edad de 25 a 44 años y desciende al 32,2% entre quienes tienen más de 45 años.
Po otra parte, se contabilizan 9.560 personas con discapacidad entre 16 y 24 años inscritas como demandantes de empleo, un 7% del total (135.417), según el informe 'El mercado de trabajo de las personas con discapacidad' (Ministerio de Trabajo, 2025).
Sus dificultades a la hora de competir en el mercado laboral se ven reflejadas en su tasa de desempleo, que alcanza el 45,2%, más del doble que la media general de personas con discapacidad (19,2%) y muy por encima del 26,5% registrado entre sus coetáneos sin discapacidad.
En ausencia de datos del INE desglosados por comunidad autónoma, podemos realizar una estimación orientativa de la tasa de paro de los jóvenes con discapacidad en Canarias a partir de los datos nacionales. A nivel estatal, la tasa de paro de los jóvenes con discapacidad es un 70,6% más alta que la de los jóvenes sin discapacidad. Si aplicamos ese mismo diferencial al dato de paro juvenil en Canarias (actualmente del 32%), obtendríamos una tasa de paro estimada del 54,7% para los jóvenes con discapacidad en esta comunidad. Esta cifra nos permite dimensionar la brecha de acceso al empleo que existe en el ámbito canario, en el que más de 5 de cada 10 jóvenes con discapacidad se encontraría actualmente en desempleo.
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco: "Los jóvenes con discapacidad parten de una doble desventaja: por un lado, la inexperiencia propia de su etapa vital y, por otro, las barreras sociales y empresariales que aún persisten en torno a la discapacidad. Esto dificulta su entrada en el mercado laboral y alarga el proceso de búsqueda de empleo.
Si no facilitamos su acceso temprano al mercado laboral, muchos jóvenes con discapacidad se ven abocados a trayectorias profesionales inestables o, directamente, al desempleo y a la exclusión social. La solución pasa por derribar estigmas, promover políticas activas de empleo desde edades tempranas, así como reforzar los apoyos educativos y laborales que les permitan desarrollar todo su potencial".
Según se desprende de la presente encuesta, el 85% de los jóvenes con discapacidad tiene aspiraciones profesionales claras, pero casi 7 de cada 10 cree que no podrá cumplirlas.
Según Begoña Bravo, directora de Inclusión de la Fundación Adecco: "Esta desconfianza en sus posibilidades se origina en un entorno que, con frecuencia, no está diseñado para identificar y desarrollar el talento de las personas con discapacidad. Desde edades tempranas, los jóvenes afrontan obstáculos físicos y psicológicos, como la carencia de ajustes en los procesos formativos o la falta de mecanismos que faciliten el descubrimiento de su talento. Asimismo, persisten prejuicios que refuerzan esta percepción. Cuando los jóvenes reciben, incluso de modo sutil, mensajes que asocian la discapacidad con falta de competencia, interiorizan una visión limitada de sus posibilidades que deteriora su autoestima, mermando su ambición y confianza para cumplir sus expectativas profesionales".
Entre todas las vocaciones mencionadas por los jóvenes con discapacidad destacan aquellas relacionadas con la inteligencia artificial (17,1%), la psicología (14,3%), la informática y la atención al cliente (ambas con un 11,4%), áreas que combinan la tecnología, la creatividad y el compromiso con las personas.
"Las vocaciones que aúnan trato directo con personas y avances tecnológicos resultan especialmente atractivas para los jóvenes con discapacidad, al ofrecerles la oportunidad de mejorar la vida de otras personas y, particularmente, de aquellas que afrontan dificultades añadidas. Carreras como la psicología o el desarrollo en inteligencia artificial responden a su deseo de ser impulsores de transformación social y de crear soluciones inclusivas", comenta Begoña Bravo.
A la luz de los datos de la presente encuesta, se evidencia que la mayoría de los jóvenes con discapacidad tienen aspiraciones profesionales definidas y una vocación clara. Sin embargo, estas aspiraciones suelen entrar en conflicto con otra realidad: solo 1 de cada 3 confía en poder dedicarse a lo que realmente le gusta. Esta brecha entre vocación y expectativas viene determinada por barreras que se manifiestan en distintos ámbitos, fundamentalmente social, educativo y empresarial.
Las estadísticas evidencian una menor participación y logro educativo de las personas con discapacidad en todos los niveles formativos en comparación con la población general. Según el Observatorio Estatal de la Discapacidad, el porcentaje de población con discapacidad con estudios primarios o menos (19,3%) es significativamente mayor que la de la población general (6,1%), y solo el 19,2% de las personas con discapacidad logra completar estudios superiores, frente al 39% de la población sin discapacidad. De hecho, se estima que más del 60% de las personas con discapacidad cesan sus estudios al finalizar la educación secundaria obligatoria, lo que indica que la mayoría no accede a etapas postobligatorias (bachillerato, formación profesional o universidad).
Diversos organismos oficiales y del tercer sector han analizado en profundidad la situación educativa de las personas con discapacidad en España, ofreciendo diagnósticos y propuestas. El Observatorio Estatal de la Discapacidad (OED), en su estudio 'Alumnado con discapacidad y educación inclusiva en España', identifica una brecha significativa entre el nivel educativo alcanzado por las personas con discapacidad y el del resto de la población, brecha que no se explica únicamente por las dificultades asociadas a la discapacidad, sino también por carencias estructurales.
A pesar de los avances normativos en materia de inclusión, persisten importantes déficits en recursos clave como profesorado especializado, adaptaciones curriculares, ayudas técnicas o becas específicas. Esta falta de apoyos efectivos obstaculiza una inclusión educativa plena y sostenible, contribuyendo a un mayor riesgo de abandono escolar temprano, así como a un menor nivel formativo medio en comparación con el conjunto del alumnado.
En este sentido, las estadísticas evidencian que el número de estudiantes con necesidades educativas especiales (NEE) disminuye a medida que avanza el nivel formativo, reflejando así las dificultades de transición a estudios superiores. Así, si en Educación Infantil se contabilizan hoy 37.488 estudiantes con NEE, esta cifra disminuye un 500%, hasta 6.234, en Bachillerato.
"La ausencia de itinerarios formativos adaptados y accesibles en las primeras etapas de vida contribuye a alimentar una brecha que se prolonga hasta la edad adulta, y que suele traducirse en desempleo y situaciones de desigualdad. Para revertir esta realidad, es imprescindible que todos los agentes sociales -Administración Pública, empresas y tercer sector- trabajen de forma coordinada, generando entornos que permitan a las personas con discapacidad desarrollar plenamente su talento. Solo así podrán hacer realidad sus vocaciones y acceder a aquellas profesiones y sectores donde hoy siguen estando infrarrepresentados", destaca Francisco Mesonero.
Las barreras en el ámbito educativo tienen su continuidad en la edad adulta, y pueden materializarse en discriminación o reticencias de los empleadores a la hora de incorporar talento con discapacidad.
En efecto, el 57% de los jóvenes con discapacidad declara haber sufrido discriminación en su búsqueda de trabajo. El 55% de ellos señala que sus candidaturas son ignoradas (envía su currículum y no recibe respuesta)- y el 45,5% afirma que la discriminación se manifiesta en las entrevistas, donde las preguntas tienden a centrarse en su discapacidad y no en sus competencias. Por ejemplo, preguntando sobre ausencias médicas o cuestionando disponibilidad.
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